Finalmente, a los británicos se les ocurrió un enfoque simple pero ingenioso: dos islas separadas con sistemas independientes de escape y admisión de aire. Las dos islas más pequeñas tienen varias ventajas sobre una sola isla grande, incluida la reducción de la turbulencia del viento.
Las dos islas tienen una huella combinada más pequeña que una sola isla grande, lo que libera espacio en la cabina de vuelo y permite que cada unidad se construya completamente fuera del sitio. Por último, se pueden montar potentes sistemas de radar en cada isla, lo que reduce la interferencia que se produciría si los radares se montaran más juntos en un espacio compartido.
Si hay alguna desventaja en este diseño, es que la navegación normalmente se realiza en la isla delantera y la operación de aeronaves se realiza en la isla trasera. Como a menudo se requiere un esfuerzo conjunto entre los dos durante las misiones, la comunicación que alguna vez fue personal ahora se logra a través de una gran dependencia de un intercomunicador. Algunos entusiastas de los portaaviones opinan que las dos islas restan valor a la buena apariencia de un portaaviones, pero eso puede ser simplemente una cuestión de acostumbrarse.
Hasta la fecha, dos portaaviones de la clase Queen Elizabeth están empleando este enfoque innovador. El barco líder HMS Queen Elizabeth y el posterior HMS Prince of Wales se pusieron en servicio en 2017 y 2019 respectivamente. Además de las islas duales, otras instalaciones para la tripulación incluyen un cine, cinco gimnasios y cuatro cocinas con 27 empleados.