“Hasta hoy, el ser humano vive como una burbuja antropocéntrica, viendo la naturaleza en una escalera jerárquica vertical en la que el ser humano está por encima de otras especies”, explica Manel. “Y para mí, este proyecto también significa romper con eso”, añade.

El dispositivo consta de dos membranas de silicona de 500 gramos que capturan los cambios de presión atmosférica, humedad y temperatura y, con la ayuda de un microchip, los convierten en vibraciones que se transmiten a través del cráneo, convirtiéndose en sonido.

Al principio, el joven usó sus aletas con la ayuda de un pañuelo que se colocó en la parte posterior de la cabeza mientras la placa del circuito electrónico estaba expuesta.

En enero de este año, viajó a Japón para finalmente someterse a un implante transdérmico durante el cual se insertó el microchip entre la piel y el hueso.

“Tengo la piel rota. Y me quito las aletas para dormir y bañarme. Estoy acostumbrado a que la gente me mire por la calle, pero la verdad es que no me afecta ”, dice. Y concluye: “Me enriquece como persona, enriquece mi curiosidad. Es una experiencia más poética que me conecta con la naturaleza más que antes ”.

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