Soplan vientos de cambio en el gobierno de Biden a favor de la lucha contra la corrupción y la impunidad en Centroamérica.
Por Carlos F. Chamorro (Confidencial)
HAVANA TIMES – El último informe de Transparencia Internacional sobre las percepciones de corrupción en el sector público coloca a Nicaragua entre los países más corruptos. Ocupa el puesto 159 entre 180 países, mientras que en las Américas somos el tercer país más corrupto, solo superado por Haití y Venezuela.
Este es uno de los legados más costosos y dolorosos de los catorce años de desgobierno bajo la dictadura de Ortega. En el robo y despilfarro masivo de recursos estatales, que tenían como objetivo combatir la pobreza y el desarrollo nacional, existen enormes costos económicos. Pero además, existen pérdidas intangibles que son aún más difíciles de reponer a largo plazo.
Ortega no solo desmanteló todas las instituciones públicas de control y rendición de cuentas que existían. Los convirtió en cómplices del crimen, confundiendo lo público y lo privado. Hacer negocios e invertir fuera de la ley, sin competencia ni transparencia, pero con el respaldo del hombre fuerte.
Es cierto que la corrupción en el sector público es una tradición de larga data y no comenzó con Ortega. Sin embargo, bajo su mandato se perfeccionó como vínculo estructural en el “modelo” de gobierno entre el poder público y el privado. Desde megaproyectos fallidos hasta programas de asistencia social, el modelo incluyó grandes sobornos del poder judicial, la policía y los operadores políticos estatales.
La contribución original de Ortega consiste en la corrupción institucionalizada. Desmantelarlo y reconstruir las entidades de control será una tarea enorme que requerirá la continuidad de varios gobiernos y una verdadera revolución institucional. Sin embargo, el primer paso es un cambio político para deshacerse de la dictadura.
El Índice de Transparencia Internacional se basa en percepciones recopiladas por expertos en gobernanza y encuestas realizadas con empresarios internacionales. Por tanto, también es un indicador del clima empresarial que impera en Nicaragua. Un sistema que ofrece incentivos a corto plazo para el “capitalismo de compinches”, pero desalienta la inversión sostenible debido a la falta de reglas transparentes y la discreción del sistema Estado-partido-familia.
En una escala de 1 a 100, donde 100 significa cero corrupción y 0 más corrupción, en el Índice de Transparencia Internacional, los países con menos corrupción del continente, como Canadá y Uruguay, obtienen 77 y 71 puntos, respectivamente, mientras que Nicaragua lidera la corrupción. en la región Americana con 22 puntos.
En el régimen de Ortega, la corrupción es parte de un sistema de poder político y económico que castiga a los empresarios que promueven la competencia y premia a los cómplices que se aprovechan de la corrupción para obtener ventajas económicas. Pero los más afectados siempre han sido los más pobres.
La corrupción equivale al robo masivo de recursos a los pobres, en beneficio de las élites. Un ejemplo de esto fue el mal uso de más de $ 4 mil millones de la cooperación estatal venezolana para financiar el negocio privado de la familia presidencial y sus socios.
La corrupción floreció debido a la falta de democracia y transparencia pública y se extiende a todas las áreas de la economía. Esto incluye distribución y sobreprecio de energía, proyectos de infraestructura, inversiones inmobiliarias con recursos del Seguro Social y mucho más.
El estado hizo la vista gorda. Lo poco que sabemos sobre la corrupción y los efectos que ha tenido sobre la desigualdad es el resultado de investigaciones periodísticas de la prensa independiente con el apoyo de expertos de la sociedad civil.
Afortunadamente, los vientos de cambio soplan a favor de la lucha contra la corrupción y la impunidad en Centroamérica. El asunto está siendo colocado en la agenda internacional por el nuevo gobierno del presidente Joe Biden.
En su programa de gobierno, Biden propuso la creación de una comisión regional para investigar y sancionar la corrupción en Centroamérica. Se enfocaría en el Triángulo Norte de la región, donde existe un legado institucional de las reformas impulsadas por las Comisiones Internacionales contra la Impunidad (CICIG en Guatemala y MACCIH en Honduras), donde el Ministerio Público tiene autonomía para investigar y perseguir la corrupción.
En entrevista con “El Faro”, Juan González, asesor del presidente Biden para América Latina en el Consejo de Seguridad Nacional, dijo que el objetivo no es crear una nueva institución regional, sino un “grupo de trabajo” con el apoyo de la Departamento de Justicia de los Estados Unidos, para apoyar la labor de los fiscales de El Salvador, Honduras y Guatemala. Advirtió que «el líder que no esté dispuesto a combatir la corrupción no será aliado de Estados Unidos».
En Nicaragua, bajo la protección de la dictadura, la corrupción es mucho más grave que en estos tres países. La Fiscalía General y el Poder Judicial actúan como un escuadrón oficial al servicio de la impunidad. En ausencia de un estado democrático, corresponde a la sociedad civil y a los nuevos líderes de la oposición colocar el tema de la corrupción y la impunidad en el primer lugar de la agenda para el cambio político.
Bajo un futuro gobierno democrático en Nicaragua, será imperativo establecer una Comisión de la Verdad, una Fiscalía Especial y una reforma judicial profunda para investigar los crímenes de lesa humanidad y al mismo tiempo investigar y sancionar la corrupción.
Es posible crear estas nuevas instituciones de control político, si Nicaragua recibe ayuda internacional, como ha sucedido en los últimos años en Guatemala y Honduras.
Y la única forma de conseguir este apoyo internacional es elegir un nuevo gobierno democrático. Uno con fuerte apoyo de la mayoría que le da un mandato inequívoco para desmantelar las estructuras de la dictadura, combatir la corrupción y la impunidad y hacer justicia.
Pero eso no sucederá sin elecciones creíbles. Asimismo, si la oposición está dividida y el voto de la mayoría política está disperso. En otro período con Ortega, o con un gobierno débil y Ortega “gobernando desde abajo”, la corrupción y la impunidad continuarán y los pobres seguirán siendo los grandes perdedores.
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