Uno de los líderes de las protestas a nivel nacional contra los esfuerzos por socavar las elecciones en Guatemala, que han paralizado gran parte del comercio del país durante casi dos semanas, es un joven ex estudiante de derecho que ahora encabeza una de las organizaciones indígenas más importantes del país.
Mientras el presidente guatemalteco Alejandro Giammattei intenta atraer al presidente electo Bernardo Arévalo a un diálogo destinado a poner fin a las protestas, Luis Pacheco dice que no le corresponde a Arévalo hacer el llamamiento y que Giammattei podría ponerles fin si cumple con sus demandas.
Guatemala ha estado sumida en la agitación durante gran parte del ciclo electoral de este año, e incluso una resonante victoria de Arévalo en agosto no la ha calmado. El académico y ex diplomático presentó una plataforma anticorrupción que, según los observadores, puso nerviosa la arraigada estructura de poder de Guatemala.
Las protestas de este mes fueron la mayor manifestación pública de rechazo al desafío de la administración a las elecciones. Los manifestantes bloquearon pacíficamente las principales carreteras en más de 100 puntos de todo el país. Giammattei dejó clara esta semana su intención de liberarlos por la fuerza si fuera necesario.
Los manifestantes nombraron Atty. El general Consuelo Porras fue el blanco de su ira. Cuando Arévalo obtuvo un sorpresivo segundo lugar en una primera ronda de votación en junio, su oficina llevó a cabo investigaciones relacionadas con cómo el partido Movimiento Semilla de Arévalo recopiló las firmas necesarias para el registro años antes y varias investigaciones relacionadas con la elección misma.
Para Pacheco y las 48 comunidades indígenas que representa al noroeste de la capital de Guatemala, la solución es simple: Porras, uno de sus fiscales y juez que suspendió al partido de Arévalo debe irse.
“No estamos pidiendo algo que no se puede hacer, no estamos pidiendo reformas constitucionales, que serían más complicadas”, dijo Pacheco la noche del martes. Estaba parado a una cuadra de uno de los retenes en Ciudad de Guatemala, sosteniendo el palo de madera que señala su posición y su habitual sombrero de ala ancha y bolso al hombro. Su manera de hablar era mesurada y tranquila.
Pacheco dijo que el momento galvanizador para el pueblo quiché que representa fue una redada transmitida en vivo a oficinas electorales, en la que agentes federales abrieron y se llevaron, a pesar de la resistencia de algunos funcionarios electorales, cajas que contenían hojas de recuento de votos electorales. “El pueblo ya votó y la decisión tomada debe ser respetada”, afirmó.
“Sabemos que no quieren perder el poder que tienen”, dijo Pacheco.
Las protestas fueron en gran medida pacíficas. Los manifestantes permiten el paso de ambulancias, así como de camiones que transportan alimentos básicos y gasolina. «No queremos suicidarnos como personas», dijo. «Lo que queremos mostrar es que queremos defender y restaurar la democracia».
Pacheco citó como influencia a Atanasio Tzul, un líder indígena que encabezó un levantamiento en 1820 exigiendo derechos.
Álvaro Pop, expresidente del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de las Naciones Unidas, dijo que lo que está sucediendo ahora en Guatemala es el fin de un ciclo en el que el gobierno intentó eliminar o transformar la protesta.
En 2015, miles de guatemaltecos salieron a las calles y finalmente obligaron al entonces presidente Otto Pérez Molina a renunciar debido a acusaciones de corrupción. En 2020, Giammattei reprimió violentamente las protestas contra su administración.
Los guatemaltecos son mucho más conscientes que en años anteriores de la corrupción generalizada en su gobierno, dijo Pop, en gran parte debido a años de trabajo de una misión anticorrupción respaldada por la ONU.
«Gente indígena [call for the protests] porque son ellos quienes tienen la posición moral para hacerlo y por eso hay respuesta y apoyo, pero existe el riesgo de que las protestas sean socavadas por el racismo”, dijo Pop.
Pacheco, alcalde de la ciudad de Juchanep, ocupará el cargo rotatorio de presidente de los 48 cantones durante sólo un año, pero es consciente de que su papel en las protestas podría derivar en persecución.
Recientemente, un activista de extrema derecha estrechamente alineado con Porras presentó una denuncia contra Pacheco alegando daños cometidos por los manifestantes. A menudo esto es el preludio de acusaciones penales.
“No estamos aquí en nombre de un partido político, no estamos defendiendo a Arévalo para que asuma la presidencia, eso nadie más lo ha decidido”, dijo Pacheco. “Ni aunque Arévalo nos diga que paremos las protestas, no lo haremos. La negociación es entre los pueblos indígenas y el gobierno”.