ESTAS fotos muestran una casa congelada en el tiempo bajo las cenizas, lo que indica que no había tiempo para comer.
Los restos de un desayuno típico en las zonas rurales de Guatemala: una canasta de tortillas, un plato de frijoles, tazas de café, todavía están sobre la mesa, todo cubierto de ceniza volcánica oscura y arenosa.
En una casa, todavía se colocan una sartén y una espátula en una estufa, ahora llena de cenizas.
Una bicicleta, un camión, un ventilador, camas, sillas, refrigeradores, una estufa, todo enterrado bajo las cenizas, que en algunos lugares cayeron a 3 metros de profundidad.
Los rescatados rescataron a sobrevivientes y cuerpos carbonizados después de la poderosa erupción del volcán de fuego guatemalteco el 3 de junio, que mató al menos a 110 personas, con unas 200 supuestamente enterradas bajo los escombros.
Encontraron víctimas tan densamente cubiertas de ceniza que parecían moldeadas en piedra, pero el intenso calor del flujo de escombros volcánicos dejó a la mayoría de los cuerpos irreconocibles.
En otros lugares, como en el interior de algunas casas más protegidas, el manto de ceniza puede variar de unos centímetros a unos pocos pies.
Los restos de los habitantes -un cepillo de dientes dejado o cestas colgantes de plantas- hablan de personas que nunca volverán después de uno de los volcanes más mortíferos del país.
Muchos se arriesgaron a quedarse quietos, esperando que sus fortunas de décadas anteriores los protegieran.
La decisión de la semana pasada de detener los esfuerzos de recuperación en las aldeas dejó incómodas a las personas con familiares que aún estaban desaparecidos.
El 3 de junio fue un domingo típico en el pueblo de San Miguel Los Lotes, con los residentes participando en las actividades habituales del fin de semana.
Los niños jugaban al fútbol, las madres calentaban tortillas en una sartén, los abuelos miraban la televisión, los niños andaban en bicicleta por las calles sin pavimentar y los niños ayudaban a las madres a tender la ropa para que se secara antes de que comenzara la lluvia estacional. de la temporada noche.
Elmer Vázquez, de 49 años, era uno de los que caminaba ese día, mirando sus camas, cuando escuchó la primera explosión de un volcán a la 1 de la tarde.
Su esposa estaba en casa preparando el almuerzo para cuando él regresara, y sus cinco hijos también estaban en casa, terminando sus deberes para las clases del lunes.
Pero todo eso puso fin a los intentos de Vázquez de regresar a casa en vano.
El aeropuerto internacional La Aurora de la Ciudad de Guatemala suspendió temporalmente las operaciones en su única pista debido a las cenizas después del volcán Pacaya en otro pico de actividad.
Pacaya, a unos 48 km al sur de la capital, arroja una columna de ceniza y gas a unos 3.500 m al aire y ha producido diferentes flujos de lava de bajo nivel en los últimos meses.
Como uno de los 34 volcanes de Guatemala, tuvo su última gran erupción en 2010, matando a tres personas y obligando a cientos a evacuar.