El gobierno de Biden, al igual que sus predecesores, busca frenar la inmigración ilegal brindando ayuda a los tres países del Triángulo Norte: Honduras, El Salvador y Guatemala. En su anuncio del miércoles, la vicepresidenta Harris dijo que Estados Unidos necesita descubrir cómo promover el desarrollo económico en los países del Triángulo Norte para contener la inmigración.

No hay duda de que el éxodo se debe principalmente a la falta de oportunidades económicas. Pero la idea de que Estados Unidos pueda construir una economía moderna basada en la corrupción endémica es absurda. Durante 60 años, los países ricos han gastado billones de dólares tratando de hacer esto. El historial de fracasos en este esfuerzo refleja un autoengaño de proporciones históricas.

El Plan Marshall financió la reconstrucción de las economías industriales modernas, no la construcción de algo nuevo desde cero. Estos países tenían una base legal sobre la cual construir una economía. En Asia, el “milagro” se basó en la introducción de leyes y regulaciones modernas que gobiernan economías que durante décadas han producido un crecimiento constante. El regalo de Occidente a Japón, Corea y Taiwán y otros no fue el dinero, fue el estado de derecho.

Transparencia Internacional clasifica alrededor de 180 países según la “percepción” de corrupción basada en una serie de medidas. El Salvador se ubica en el lugar 104, Guatemala en el 149 y Honduras en el 157, al igual que Zimbabwe.

Todos los países tienen políticos corruptos, pero las personas en el campo de la ayuda humanitaria simplemente no comprenden que la corrupción en los países pobres no es causada por la falta de carácter de algunos individuos deshonestos. Allí, la corrupción se institucionaliza y el poder político se ejerce en beneficio de la clase dominante y sus socios comerciales. Si aumenta la ayuda, el bote que roba aumentará.

Peter F. Schaefer

Washington