Ezeiza, Argentina.— El médico le lleva su teléfono al paciente en el sector Covid-19 de un hospital en Argentina. Por otro lado, los estudiantes de medicina interrogan y evalúan al paciente en una clase de práctica hospitalaria virtual, la única posible en medio del encierro.
Aunque las clases a distancia distan mucho de ser ideales, Mario Grossmann, profesor de la Universidad estatal de Buenos Aires (UBA) y de la privada Universidad Abierta Interamericana (UAI), considera imperativo contribuir a la formación de nuevos médicos.
“Les paso las placas radiológicas por WhatsApp, me grabo haciendo pinchazos o les muestro cómo hago una biopsia”, enumera.
Las clases teóricas continúan por medios virtuales, pero se postergan las prácticas, lo que retrasará las graduaciones al menos un año.
“Estos estudiantes nunca tocaron a un paciente, no pusieron un estetoscopio en un pulmón o en el corazón. Tocar, ver, oler es muy importante a nivel semiológico. Puedo enviarles un video o un audio, pero no es lo mismo ”, dice Grossmann, especialista en emergentología y nefrología.
> Con más Con 10.000 muertos y casi medio millón de contagios, Argentina atraviesa su peor momento desde que la pandemia la azotó en marzo pasado. Casi 50.000 estudiantes de la Facultad de Medicina de la UBA han estado estudiando virtualmente desde el cierre, en marzo, de todos los establecimientos educativos de Argentina.
Grossmann los capacita desde la guardia del hospital Interzonal de Ezeiza, en la periferia sur de Buenos Aires, que junto a la capital argentina reporta más del 80% de los casos del país. El nefrólogo de 35 y 7 años pasó de realizar una vigilancia semanal a tres desde que llegó el coronavirus a Argentina.
«Doctores, todo el personal de salud está cansado», dice Grossmann, quien sufrió de Covid-19 y se recuperó de una neumonía bilateral severa. Para el profesor, si no se hubiera decretado la cuarentena temprana y el hospital no estuviera preparado, «cuando 50 pacientes llegan repentinamente a intubar, hubiéramos intubado 10 y 40 hubieran muerto». Habría sido «un desastre», dice.
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