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«El olvido es necesario para sobrevivir», el consejo de un experto en memoria

Los recuerdos son como las estrellas del cosmos: son muchos, pero ocupan un pequeño espacio en el Universo de nuestra mente. Somos más olvidos que recuerdos, comenta Jorge Medina.

El es uno de neurocientíficos lo más destacado de Argentina. Estudiar el cerebro Desde hace más de 30 años. En la década de 1990, descubrió que las memorias a corto y largo plazo tienen circuitos independientes.

Es investigador senior del Conicet y profesor de la Universidad de Buenos Aires. Este año recibió el Premio Científico que Fundación Bunge y Born entregado anualmente para destacar la trayectoria y el trabajo de los investigadores.

-¿La memoria tiene algo tangible en nuestro cerebro que se pueda medir?

-Aún no se ha encontrado el sustrato físico de la memoria, pero se puede medir. No puede tocar. «La memoria es el cambio en la actividad de un grupo de neuronas, pero no sabemos cómo se mantiene este cambio en el tiempo. El sustrato físico de la memoria se llama engrama, pero no es bien conocido.

– ¿Este desconocimiento de tu condición física dificulta el estudio de la memoria?

-En realidad, podemos estimular y bloquear la memoria porque sabemos qué regiones del cerebro participan, pero no sabemos qué neuronas o sus conexiones son las responsables de una memoria determinada.

-¿Existe memoria a corto y largo plazo o se han descartado estas categorías?

-La memoria se puede dividir de diferentes formas, una de ellas por la duración. Hay una memoria muy corta llamada memoria de trabajo, que es la que se usa para leer una oración, pero no nos ayudará a recordar cuál es la novena palabra de ese texto. Dura unos segundos. La memoria a corto plazo dura unas pocas horas, mientras que la memoria a largo plazo es aquella que se establece para 24 horas o incluso para toda la vida.

– Pero descubrió que son recuerdos independientes.

Hace 22 años, determinamos que la memoria a corto plazo tiene mecanismos independientes para entrenar la memoria a largo plazo. Puede haber memoria a largo plazo sin haber pasado por la memoria a corto plazo. Lo que pasa es que nuestra memoria sufre cambios hasta que se consolida, en ese tiempo estamos usando memoria a corto plazo. Pero podemos abolir la memoria a corto plazo sin afectar la memoria a largo plazo.

-¿Qué implicaciones tiene esto para el estudio y tratamiento de un cerebro sano con neuropatologías?

-La terapia de la memoria es muy pobre en términos de resultados positivos. Experimentalmente podemos aumentar la memoria en animales, incluso podríamos hacer eso en humanos, pero traerá efectos secundarios indeseables. No existe una píldora de memoria convincente. Los laboratorios han intentado sin éxito encontrar un fármaco que mejore la memoria pero que no afecte otras funciones cerebrales. Lo que pasa es que estos experimentos dan como resultado trastornos del comportamiento.

-¿Ni siquiera a través de terapias psicológicas?

-Existen tratamientos conductuales que mejoran la memoria. Hay algunos recuerdos que ayudan a formar otros recuerdos. También lo contrario: tomar alguna acción tras un recuerdo incómodo para evitar que se exprese demasiado. Esto es lo que haces con los recuerdos traumáticos. Busca darle un significado diferente a ese recuerdo invasivo. El objetivo es disminuir su efecto emocional. Se asocia con otros comportamientos que ayudan a recordar menos.

-A mucha gente le gustaría olvidar un mal recuerdo. ¿Se puede lograr esto?

-Los hechos traumáticos no deben olvidarse. Lo que debe hacer es disminuir su potencia y efecto emocional. Un ejemplo: si pongo la mano sobre la estufa caliente cuando era niño, será un recuerdo traumático, pero me ayudará a recordar que no tengo que volver a hacerlo. No tengo que olvidar, pero tengo que recordar sin el impacto emocional y solo cuando estoy cerca del fuego, no todo el tiempo.

Neurocientífico. Jorge Medina es investigador senior del Conicet y de la Universidad de Buenos Aires.

-Hay dos íconos de las artes sobre cómo la ficción aborda el tema de la memoria, que son el cuento «Funes el memorioso», de Jorge Luis Borges, y la película «El brillo eterno de una mente sin recuerdos». ¿Cómo trata la ficción el tema de la memoria y la mente?

-Hay algunos casos reales como ese Funes, el memorable que recuerdan todo lo que pasó en la vida. Pero es un ejemplo único, ya que la ficción no se trata de hipermemoria. La historia muestra que si me paso la vida recordando, será difícil para mí aprender, por lo que no será un éxito evolutivo. La ficción ha sido más sobre el olvido. Otro ejemplo es Buscando a Dory. Es más fácil hacer ficción sobre la amnesia.

-¿Y cómo lo muestran?

-No caracterizan algo que es muy importante: los recuerdos son muy pocos. Nuestro cerebro es como el Universo y las estrellas son recuerdos: son muchos, pero ocupan muy poco espacio. Borges dijo lo mismo mucho antes que muchos neurocientíficos y mejor: memoria es el nombre que llamamos a las grietas del obstinado olvido. La amnesia es patológica, el olvido es fisiológico porque es necesario para sobrevivir.

-Ha estado investigando neurociencia durante más de 30 años y el salto que ha dado es enorme. ¿Qué se sabe ahora que, cuando comenzaste tu carrera, parecía impensable?

-Hoy en día son muchos los circuitos cerebrales que están detrás de funciones que antes incluso pensábamos que sería posible saber ver, caminar, oler, vestirse, mecanismos del sueño y otros. También se ha avanzado en el estudio de las patologías cerebrales, las causas de las enfermedades que aparecen con la edad. Sin embargo, es difícil proponer tratamientos, porque es difícil restaurar las funciones neurológicas que se han perdido. Es casi imposible que un grupo de neuronas se regenere. Los síntomas de la enfermedad de Parkinson se pueden tratar, pero no sabemos cómo prevenirla y no existe ningún tratamiento.

-Imagino que uno de tus deseos sería ver un logro en ese sentido.

-En el siglo XXI hay enfermedades como el cáncer y las enfermedades del corazón que sabemos prevenir y tratar, pero en otras como el Alzheimer todavía no logramos. Un deseo sería prevenir estas neuropatologías o encontrar tratamientos que, si no las curan, al menos retrasen el deterioro cognitivo derivado de estas patologías. Pero todavía estamos lejos.

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