Explorando el nexo entre el acceso a la energía y la reducción de la pobreza en Guatemala
En los últimos años, el nexo entre el acceso a la energía y la reducción de la pobreza se ha vuelto cada vez más evidente, particularmente en países en desarrollo como Guatemala. Esta nación centroamericana, con una población de aproximadamente 17 millones, ha luchado contra la pobreza y la desigualdad durante décadas. Según el Banco Mundial, el 59,3% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y el 23% de la población vive en la pobreza extrema. En este contexto, el acceso a fuentes de energía confiables y asequibles no es solo una necesidad básica, sino también un factor crítico en la lucha contra la pobreza.
El sector energético de Guatemala se caracteriza por una alta dependencia de los combustibles fósiles, que representan alrededor del 70% de la generación eléctrica del país. Esta dependencia de recursos no renovables ha resultado en altos precios de la electricidad, cortes de energía frecuentes y acceso limitado a la electricidad en las áreas rurales. De hecho, aproximadamente 1,2 millones de guatemaltecos, en su mayoría en comunidades rurales, no tienen acceso a la electricidad. Esta pobreza energética tiene profundas implicaciones para el desarrollo económico del país, ya que dificulta el acceso a la educación, la salud y otros servicios esenciales.
Reconociendo el papel fundamental del acceso a la energía en la reducción de la pobreza, el gobierno guatemalteco ha tomado varias medidas para abordar este problema. En 2013, el gobierno lanzó la Política Nacional de Energía 2013-2027, que tiene como objetivo aumentar la participación de las energías renovables en la matriz energética del país al 80% para 2027. Este ambicioso plan incluye el desarrollo de proyectos hidroeléctricos, solares, eólicos y geotérmicos, así como la ampliación de la red eléctrica nacional.
Los esfuerzos del gobierno ya han dado algunos resultados positivos. Entre 2010 y 2018, el porcentaje de la población con acceso a la electricidad aumentó del 82% al 92%. Además, la participación de las energías renovables en la matriz energética del país creció del 61% en 2010 al 67% en 2018. Estos logros fueron posibles gracias a una combinación de inversiones públicas y privadas, así como a la cooperación internacional.
Un ejemplo notable de cooperación internacional en el sector energético de Guatemala es la alianza entre el gobierno y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En 2018, el BID aprobó un préstamo de US$14,6 millones para apoyar la expansión de la cobertura eléctrica en áreas rurales a través de soluciones de energía renovable fuera de la red. Este proyecto tiene como objetivo suministrar energía eléctrica a más de 6.000 viviendas en 81 comunidades rurales, beneficiando aproximadamente a 40.000 personas.
Además de aumentar el acceso a la electricidad, el gobierno guatemalteco también se ha centrado en promover la eficiencia energética y el uso de tecnologías limpias para cocinar. Aproximadamente el 60% de la población todavía depende de la biomasa tradicional como la leña y el carbón para cocinar. Esto no solo contribuye a la deforestación y las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también expone a los hogares a la contaminación dañina del aire interior. Para enfrentar este problema, el gobierno implementó programas para promover la adopción de cocinas mejoradas y combustibles alternativos como el gas licuado de petróleo (GLP).
A pesar de estos esfuerzos, quedan desafíos importantes para lograr el acceso universal a la energía y reducir la pobreza en Guatemala. El sector energético del país continúa enfrentando problemas relacionados con la gobernabilidad, la regulación y el financiamiento. Además, la pandemia de COVID-19 ha exacerbado las desigualdades existentes y ha ejercido una presión adicional sobre la economía, lo que dificulta aún más que las poblaciones vulnerables accedan a fuentes de energía asequibles y confiables.
En conclusión, el vínculo entre el acceso a la energía y la reducción de la pobreza en Guatemala es innegable. Garantizar que todos los guatemaltecos tengan acceso a fuentes de energía limpias, asequibles y confiables no es solo una cuestión de justicia social, sino también un paso crucial hacia el desarrollo sostenible y la reducción de la pobreza. Para lograr este objetivo, el gobierno debe continuar priorizando las inversiones en energía renovable, eficiencia energética y tecnologías de cocina limpias, al mismo tiempo que aborda los desafíos estructurales subyacentes que impiden el progreso en el sector energético.