El dilema de la independencia judicial de Guatemala | El interés nacional
Casi cuatro meses después Presidente de Guatemala, Bernardo Arévaloadministración, Fiscal General (AG) María Consuelo Porras permanece en su puesto. Porras es una de las figuras más controvertidas y polarizadoras de Guatemala. Cabe destacar que es la primera fiscal general en la historia del país en ser reelegida, a pesar de aparecer en el “Lista de Engels”de funcionarios corruptos en Triángulo Norte. En septiembre de 2023–y siguiendo una serie de intentos invalidar el resultado de las elecciones–El actual presidente Arévalo la acusó de orquestar un golpe de Estado para impedir su toma de posesión en enero. En octubre, Manifestantes exigiendo su dimisión. carreteras bloqueadas durante semanas. oh Unión Europea Es Canadá también le impusieron sanciones.
A pesar de la condena generalizada e internacional de sus acciones, Porras permanece en el cargo y es un obstáculo importante para las promesas de campaña anticorrupción del presidente Arévalo. El Presidente Arévalo reiteró su compromiso con su eliminaciónRecientemente la acusó de violar sus deberes después de que abandonó una reunión con él en enero, una Posible primer paso hacia su despido. sin embargo, el Reforma de 2016 al artículo 14 de la Ley Orgánica del Ministerio Público (el equivalente guatemalteco del Departamento de Justicia de Estados Unidos) garantiza que el presidente no puede despedir arbitrariamente al Fiscal General. Entonces ¿qué debería hacer Arévalo?
El 5 de mayo, el presidente Arévalo Anunciado su intención de reformar el citado artículo, recurriendo a un Congreso donde su partido no tenga mayoría. El proyecto de ley propuesto básicamente está muerto, en parte porque el partido de Arévalo no es formalmente parte del Congreso. Todos los diputados de Semilla están oficialmente”independiente”tras una sentencia del Tribunal Constitucional a mediados de enero. La aprobación del proyecto requeriría al menos 107 de 160 votos, que el presidente y su coalición no tienen. Mientras el gobierno considera sus opciones, surgen algunas preguntas: ¿Esta medida fortalecería la democracia y la lucha contra la corrupción en Guatemala, o podría socavar la ya debilitada independencia judicial del país? ¿Debería el presidente considerar una consulta pública sobre el asunto?
La propia Porras había reconoció el derecho del presidente para continuar una consulta pública, que se lanzó la semana pasada. Las consultas públicas, así como los referendos, reflejan un enfoque regional tendencia hacia la democracia directa, a la que están recurriendo los dirigentes ante cuestiones sociopolíticas y socioeconómicas complejas y burbujeantes. Si bien empoderar a los ciudadanos a través de esta consulta pública potencialmente no vinculante podría ayudar a abordar la corrupción endémica que azota a Guatemala, también podría generar preocupaciones sobre el posible impacto a largo plazo en la independencia del poder judicial. La acción no busca remediar un problema institucional más amplio dentro del poder judicial, sino más bien un problema político específico. La revisión del ya reformado artículo 14 de la Ley Orgánica del Ministerio Público no sería diferente. Cualquier intento de destituir a Porras mediante una ley reformada –que tiene pocas posibilidades de éxito, dada la composición actual de la Asamblea Nacional– podría sentar un precedente para una futura manipulación política de los nombramientos judiciales.
Si se estableciera tal precedente, ¿cuál sería el alcance de la autoridad otorgada a los órganos ejecutivo y legislativo para decidir el destino de figuras judiciales individuales? Si no se controla o se abusa de ella, la independencia judicial del país podría estar en peligro. Esto podría conducir a una mayor politización del sistema judicial y a un aumento de la corrupción. Las facciones políticas podrían explotar este proceso con el objetivo de reemplazar a los fiscales generales inconvenientes o desalineados con representantes locales, aumentando la corrupción en lugar de frenarla. La manipulación socavaría aún más la confianza pública, convirtiendo decisiones legales cruciales en maniobras políticas y obstaculizando la agenda de corrupción y gobernabilidad de Arévalo.
En lugar de tapar una grieta en el muro, Guatemala debería priorizar el fortalecimiento de sus inadecuadas instituciones judiciales. Si bien no es una tarea fácil, su éxito sería un legado duradero para la administración actual. El país lleva mucho tiempo luchando contra “criminalización de los operadores de justicia”, que ha enviado al exilio a más de dos decenas en los últimos ocho años. Fortalecer el poder judicial del país implica aprovechar la oportunidad que presenta una posible transición del AG –y el fuerte mandato ciudadano para la actual administración– para establecer criterios claros y transparentes para la destitución de figuras judiciales. Una posible forma de lograrlo es mediante la creación de un órgano de revisión judicial independiente para supervisar dichos procesos. Además, los actores internacionales, como Estados Unidos y la Unión Europea, podrían apoyar estas reformas mediante financiación, asistencia técnica y garantizando que cualquier proceso de consulta pública cumpla con los estándares internacionales de equidad y transparencia.
Involucrar al público para promover el apoyo y la comprensión de la independencia judicial es crucial para el éxito de estas reformas. El mandato que llevó a Arévalo al poder parece servir como motivo de optimismo debido a la creciente participación e interés del público guatemalteco. Iniciativas de organizaciones locales, como Movimiento Cívico Nacional puede ser fundamental para educar a los ciudadanos sobre la importancia de un sistema de justicia libre y justo.
Mientras el Presidente Arévalo sopesa opciones para resolver el dilema de su Fiscal General –desde una consulta pública hasta una ley reformada– camina sobre una delgada línea entre aprovechar la demanda pública de rendición de cuentas y preservar la integridad a largo plazo de las instituciones judiciales. El atractivo de la democracia directa debe equilibrarse con la necesidad de evitar socavar los cimientos de largo plazo de la democracia guatemalteca o sentar un precedente del que una futura administración pueda abusar.
María Fernanda Bozmoski es subdirector de Centro de América Latina Adrienne Arsht. Síguela en X @MariaBozmoski.
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