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Bernardo Arévalo enfrenta enormes desafíos tras jurar finalmente como presidente de Guatemala
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Bernardo Arévalo enfrenta enormes desafíos tras jurar finalmente como presidente de Guatemala

El nuevo presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, enfrentó enormes desafíos el lunes después de ser finalmente juramentadoincluida la falta de reconocimiento de su partido en un Congreso donde, en cualquier caso, no tendría mayoría.

Después de meses de esfuerzos hacer inviable su inauguración, los legisladores de la vieja guardia retrasaron la toma de posesión de Arévalo 10 horas el domingo. El retraso se prolongó hasta la ceremonia que tuvo lugar poco después de medianoche.

Arévalo ganó las elecciones de agosto por un cómodo margen, pero desde entonces nada ha sido sencillo. Dijo que solicitará la renuncia de la fiscal general Consuelo Porras, quien supervisó meses de maniobras legales para impedir su presidencia, pero no está claro si podrá deshacerse de ella.

En su discurso de toma de posesión, Arévalo rápidamente reconoció la gran población indígena del país, citando “deudas históricas… que debemos resolver”. Alrededor del 40% de los guatemaltecos pertenecen a uno de aproximadamente dos docenas de grupos indígenas y generalmente son más pobres y tienen menos acceso a servicios de todo tipo.

“No puede haber democracia sin justicia social, y la justicia social no puede prevalecer sin democracia”, dijo Arévalo en su primer discurso como presidente, refiriéndose a los jóvenes e indígenas guatemaltecos.

En su primer acto como presidente, Arévalo visitó el lugar frente a la Procuraduría General de la República donde manifestantes indígenas realizaron vigilia durante más de tres meses, exigiendo a las autoridades respetar la voluntad de los electores y que Porras renuncie. Aplaudió a los manifestantes por defender la democracia del país.

Fue un gesto importante de Arévalo, quien fue criticado la semana pasada por incluir solo a un indígena en su Gabinete. Los pueblos indígenas lo apoyaron firmemente durante los intentos de impedirle asumir el cargo. En octubre, cientos de personas bloquearon carreteras en todo el país durante tres semanas para presionar a las autoridades.

Los líderes indígenas aprovecharon el lunes para instar a Arévalo a no olvidar su apoyo y las muchas necesidades básicas de sus comunidades. Fueron las protestas indígenas y rurales las que ayudaron a impedir que el fiscal general arrestara a Arévalo o lo procesara después de su elección.

El domingo, cientos de partidarios de Arévalo rompieron las barreras policiales y se reunieron frente al Congreso para presionar a los legisladores para que respeten la Constitución de Guatemala.

Los miembros del Congreso asistirían a la inauguración como una sesión especial de la legislatura. Los legisladores terminaron gritándose unos a otros y se vieron envueltos en amargas luchas internas sobre a quién reconocer como parte de la delegación del Congreso.

El comité de liderazgo encargado de hacerlo estaba repleto de opositores de la vieja guardia del presidente electo, y el retraso del domingo fue visto como una táctica para debilitar a Arévalo.

Arévalo, un académico progresista convertido en político e hijo de un presidente guatemalteco al que se le atribuye la implementación de importantes reformas sociales a mediados del siglo XX, hizo de la lucha contra la corrupción arraigada en Guatemala su principal promesa de campaña.

“No permitiremos que nuestras instituciones vuelvan a estar sujetas a la corrupción y la impunidad”, dijo en su discurso inaugural.

Eso tampoco será fácil: su postura anticorrupción y su estatus de outsider son amenazas a los intereses profundamente arraigados del país centroamericano, dicen los observadores.

El presidente saliente Alejandro Giammattei, quien fue ampliamente criticado por erosionar las instituciones democráticas del país, no asistió a la inauguración.

Los partidarios de Arévalo se vieron obligados a esperar horas para una celebración festiva de inauguración en la icónica Plaza de la Constitución de la Ciudad de Guatemala, pero el ánimo se mantuvo alto. Para muchos guatemaltecos, la toma de posesión representó no sólo la culminación de la victoria de Arévalo en las urnas, sino también la exitosa defensa de la democracia del país.

“Estoy muy feliz”, dijo el maestro jubilado Manuel Pérez, de 60 años, mientras bailaba al son de una banda de salsa. “Estoy aquí porque soy guatemalteco y amo a mi país. Espero una vida mejor para todos. Estaremos aquí celebrando hasta el amanecer”.

Los fiscales intentaron suspender el partido Movimiento Semilla de Arévalo –una medida que podría impedir que sus legisladores ocupen puestos de liderazgo en el Congreso– y despojar a Arévalo de su inmunidad tres veces.

Los fiscales alegaron que Movimento Semente cometió delitos al recolectar firmas para registrarse como partido años antes, que sus dirigentes alentaron la ocupación de una universidad pública durante un mes y que hubo fraude en las elecciones. Los observadores internacionales lo negaron.

Arévalo recibió desde el principio un fuerte apoyo de la comunidad internacional. La Unión Europea, la Organización de Estados Americanos y el gobierno estadounidense han exigido en repetidas ocasiones respeto al voto popular.

Washington fue más allá y sancionó a funcionarios y ciudadanos guatemaltecos sospechosos de socavar la democracia del país.

“Aplaudimos al pueblo guatemalteco por promover la causa de la democracia en circunstancias difíciles”. El secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken dijo en un comunicado el lunes. “También felicitamos a las instituciones guatemaltecas, la sociedad civil y la comunidad internacional por salvaguardar la integridad electoral, los sistemas y los procesos de votación”.

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