El mundo del vino da mucho crédito al «terroir», un término que engloba suelo, clima, altitud y terreno, por J. J. Buckley. Esta combinación mágica de la naturaleza, cuando se doma a la perfección, es lo que define el vino resultante. Los caficultores guatemaltecos pueden no usar palabras en francés, pero el concepto es más o menos el mismo. La Madre Tierra proporciona el «sentido de lugar», lo que da como resultado esos codiciados granos de café, independientemente del microclima en el que crezcan.
O Asociación Nacional del Café de EE. UU. explica que las regiones cafetaleras más prolíficas de Guatemala se benefician de un suelo volcánico rico, altitudes elevadas y un terreno accidentado, que produce lo que se conoce como Frijoles Estrictamente Duros (SHB, por sus siglas en inglés). Las plantas florecen en altitudes superiores a los 4500 pies, regalando al mundo granos profundamente complejos y notas de sabor a chocolate o especias. Tostadores de café World Traveller acredita el suelo, particularmente su composición de arcilla, roca metamórfica y minerales de volcanes y lagos.
Las ocho regiones cafetaleras contribuyen al volumen de SHB enviado a todo el mundo, pero cada una tiene matices microclimáticos que afectan el sabor y el cuerpo. Por ejemplo, World Traveler Coffee Roasters destaca las soleadas laderas volcánicas y las abundantes lluvias de Antigua, y la densidad y sombra comparativas del Valle de Acatenango, donde los agricultores cosechan a mano y secan sus granos en el aire soleado del océano. Así que parece que deberíamos agradecer a la biodiversidad por el café especial guatemalteco humeante en nuestras tazas, así como a los miles de pequeños agricultores que cultivan y cosechan las abundantes ofertas de su país.