La esposa de Antonio, María Mejía, de 30 años, quien pasa la mayor parte del día en la cocina haciendo las tortillas, dijo que con la F3 nota “que las tortillas cada vez son más grandes, amarillas y pesadas”, por lo que la familia se siente más llena.
Sin embargo, las nuevas semillas no resuelven todos sus problemas. “La biofortificación es una herramienta elegante para mejorar la salud humana de los pobres [but] no es perfecto y debe combinarse con otros métodos según sea necesario”, dijo Stephan Haefele, experto en suelos y cultivos sostenibles en Rothamsted Research, un centro de investigación sin fines de lucro en el Reino Unido.
Si bien la familia Mejía se ve más saludable desde que comenzaron a cultivar la semilla biofortificada, no es fácil medir cuánto del aumento de la ingesta de nutrientes es realmente absorbido por el cuerpo. Por esta razón, existe un debate sobre cuánto ayuda la biofortificación a remediar la deficiencia de nutrientes.
También puede haber intercambios. “En algunos casos, los cultivos biofortificados rinden poco [lower volumes of produce] que las mejores variedades normales, en cuyo caso la compensación es entre alimentar a las personas con suficientes calorías o suficientes micronutrientes”, dijo Haefele.
No hay ningún riesgo informado por comer cultivos biofortificados convencionalmente. Aún así, no todos los aceptarán de inmediato. “Un desafío podría deberse a un posible cambio en el sabor y la apariencia de los comestibles que la población debe adoptar”, dijo Abdul Wakeel, profesor asistente de la Universidad de Agricultura Faisalabad en Pakistán.
Los agricultores también necesitan algo más que una entrega única de semillas. “Es un proceso continuo para mantener y mantener las variedades biofortificadas y, al mismo tiempo, los suelos necesitan ser alimentados con minerales, especialmente si son deficientes en minerales específicos”, dijo Wakeel.
Semilla Nueva está reuniendo los datos necesarios para resolver estos debates y cuestiones. Encuesta a los agricultores que siembran semillas F3 para ver cuánto maíz consumen durante el año. Luego trabajan con agricultores y laboratorios para evaluar el contenido nutricional del maíz biofortificado. Luego colaboran con el INCAP, el centro de estudios de nutrición líder en la región, para visitar a las familias que la consumen y recopilar datos de consumo alimentario y nutricional de las mujeres y los niños de estas familias.
“Esta investigación le permite al INCAP modelar los nutrientes que faltan en las dietas de estas poblaciones y cuánto reducen esas deficiencias al comer nuestro maíz más nutritivo”, agregó Bowen. Con estos datos, Semilla Nueva estima lo que aún falta en la dieta de estas familias rurales.
Semilla Nueva creó alianzas y programas de emergencia para dar semillas gratis a agricultores en comunidades necesitadas, como los hermanos Mejía. Además, la organización vende semillas a bajo costo a las asociaciones de agricultores. Se ven felices: en 2021, el 35 % de los agricultores replantaron semillas de su cultivo F3.
En 2021, con el apoyo de la filantropía estadounidense y la iniciativa Feed the Future de USAID, Semilla Nueva llegó a 12.600 agricultores y sus familias. Se enfoca en agricultores que cultivan maíz para comer en casa y pequeños agricultores comerciales que venden en los mercados locales. Treinta y seis por ciento de los agricultores que cultivan semillas F3 viven bajo la Línea de pobreza nacional de Guatemalaviviendo con menos de $3.64 al día.
Actualmente, solo hay un puñado de productores de semillas de maíz biofortificado en los sectores público y privado. Las semillas son distribuidas por algunas organizaciones locales e internacionales como Semilla Nueva.
Según datos anecdóticos de Semilla Nueva de los últimos dos años, el 37,5% de los pequeños productores que recibieron donaciones de semillas en 2020 pudieron replantar semillas híbridas, utilizando semillas recolectadas en su propia cosecha, y estaban satisfechos con los rendimientos; El 64% planea replantar en 2022.
“Esto da optimismo para crear una menor dependencia de las compras y donaciones de semillas, dado que los rendimientos continúan siendo más altos que otras variedades biofortificadas de polinización abierta”, dijo Bowen.
“Ya es hora de incorporar este avance tecnológico a la salud y nutrición de más guatemaltecos que viven en la pobreza extrema”, dijo Manolo Mazariegos, experto en nutrición del INCAP. Teniendo en cuenta los recursos limitados a su disposición, el proyecto está muy avanzado y llega a miles de familias en Guatemala. Sin embargo, también es necesario llegar a miles de otros agricultores. Para solucionar este problema, “es necesario fortalecer las políticas públicas e iniciativas como esta deben ser consideradas de urgente interés público para combatir la desnutrición en poblaciones de escasos recursos”, agregó.
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