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La riqueza de China supera la existencia diplomática de Taiwán en América Latina
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La riqueza de China supera la existencia diplomática de Taiwán en América Latina

La República de China (Taiwán) tiene 14 minúsculos aliados diplomáticos, ocho de ellos en América Latina y el Caribe. Este es un territorio que se ha convertido en un campo de batalla clave en el creciente conflicto geopolítico entre China y Estados Unidos. La cuestión de la existencia diplomática de Taiwán como estado se ha vuelto crucial para la relación entre China y Estados Unidos, y América Latina jugará un papel importante en este contexto.

China ha avanzado sostenidamente en el área en las últimas décadas, convirtiéndose en el principal socio comercial de la mayoría de los países latinoamericanos. Simultáneamente, la inversión y la cooperación financiera de China se han expandido dramáticamente, aunque esta tendencia se ha invertido recientemente. Según una investigación de la Universidad de Boston, el Banco de Desarrollo de China y el Eximbank de China no otorgarán nuevos préstamos al área en 2021 por segundo año consecutivo. Si bien esto es digno de mención, aún es demasiado pronto para sacar conclusiones dado el extraordinario escenario internacional que ha surgido a raíz de COVID-19.

Al comienzo de la epidemia, empresas estatales chinas, incluidas State Grid Corporation y Three Gorges, compraron empresas y proyectos en el sector eléctrico en Brasil (miembro de los BRICS), Chile y Perú. Estas dos últimas naciones, ubicadas en la costa este del Océano Pacífico, han firmado acuerdos de libre comercio con China y son participantes en la Iniciativa Belt and Road (BRI) de Xi Jinping. En términos de membresía, este ambicioso programa chino ha sido bastante efectivo en América Latina: con la confirmación de Argentina, 20 naciones del área se han unido al BRI.

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El tema de Taiwán está en el centro de las ambiciones de Beijing en América Latina, ya que China busca expandir la influencia diplomática de la isla a escala global, mientras acosa a Estados Unidos en su patio trasero tradicional. La política de China valió la pena, dado su incomparable atractivo económico y financiero para las naciones latinoamericanas.

Para ilustrar uno de los ejemplos más ilustrativos, considere lo que sucedió en Costa Rica. Después de que Costa Rica rompió lazos con Taiwán en 2006, la República Popular China proporcionó un nuevo estadio de fútbol nacional. Solo un año después, Costa Rica negoció un tratado de libre comercio con Beijing y se dieron a conocer importantes proyectos de inversión financiados por China.

Taiwán ha perdido a cuatro amigos centroamericanos en los últimos cinco años: Panamá (2017), El Salvador (2018), República Dominicana (2018) y Nicaragua (2018). (2021). En todos los casos, la ruptura de los lazos con Taiwán coincidió con grandiosas demandas de inversión y préstamos chinos a estos pequeños países, que Beijing acomodó fácilmente debido a los enormes desequilibrios y las agudas necesidades financieras de estos gobiernos.

En el caso de Panamá, destaca el anuncio en 2017 de un proyecto ferroviario de alta velocidad de US$ 4 mil millones a ser financiado por bancos chinos, aunque aún en análisis. En El Salvador, la ruptura con Taiwán se tradujo en compromisos inmediatos de Beijing para financiar diferentes proyectos de infraestructura por un total de US$500 millones. Mientras tanto, tras la ruptura con Taiwán, China prometió a República Dominicana préstamos iniciales de 3.000 millones de dólares, ampliables a 10.000 millones de dólares. Finalmente, bajo el régimen aislado y económicamente asfixiado de Daniel Ortega, China ahora puede reiniciar su proyecto del Canal de Nicaragua estancado durante mucho tiempo.

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Otros países centroamericanos están equilibrando la coerción y las ofertas atractivas de China. Honduras es quizás el ejemplo más notable. Tras la elección de la socialista Xiomara Castro como presidenta en 2021, todo indicaba que Tegucigalpa también cortaría lazos con Taiwán. Durante la campaña, la propia Castro lo insinuó. Por ahora, Honduras sigue siendo aliado de Taipei, gracias a un esfuerzo concertado de Estados Unidos para mantener intacto a Castro en el poder y el statu quo diplomático.

La pregunta es cuánto tiempo puede aguantar Honduras. Y, en términos más generales, ¿cuánto tiempo podrán resistir la presión otras naciones, incluso más pequeñas, en el área, las que más necesitan ayuda económica, como Guatemala y Haití?

Durante la epidemia, esta asimetría a favor de Beijing se hizo aún más evidente a través de la llamada «diplomacia de vacunas». Un ejemplo de ello fue Paraguay, el único aliado sudamericano de Taiwán, que tuvo escasez de vacunas en el punto álgido de la epidemia. Mientras las naciones vecinas recibían dosis de vacunas chinas a través de Sinopharm, Sinovac y CanSino, Asunción se vio obligada a depender de operaciones a través de Chile y otros países para obtener vacunas.

Beijing dejó en claro que las cosas habrían sido diferentes si Paraguay hubiera cortado los lazos con Taiwán. El exministro de Salud de Paraguay, Julio Mazzoleni, señaló en su nuevo libro “Irrupción: Diario de un viaje en aguas turbulentas” (2022) que China ha utilizado las vacunas como una “herramienta política, geopolítica y diplomática”.

En respuesta a los intentos de China, el gobierno taiwanés, trabajando junto con los EE. UU., incrementó sus esfuerzos para evitar que los amigos desertaran mediante el despliegue de paquetes masivos de ayuda económica. Sin embargo, es evidente que esto no fue suficiente para detener el ascenso implacable de China. Mientras tanto, estos intentos tienen un costo para la imagen de Taiwán y su principal benefactor, Estados Unidos. Por ejemplo, el expresidente guatemalteco Alfonso Portillo fue condenado a cinco años y diez meses de prisión en 2014 tras admitir haber recibido 2,5 millones de dólares en sobornos taiwaneses y lavado de dinero a través de instituciones estadounidenses.

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A Taipei no le interesa que los pocos aliados diplomáticos sobrevivientes de la región tengan un peso relativamente bajo en la economía regional, altos niveles de corrupción, fragilidad institucional y una volatilidad política significativa.

Desde la perspectiva de Beijing, es solo cuestión de tiempo antes de que los últimos ocho aliados regionales de Taiwán – Belice, Guatemala, Haití, Honduras, Paraguay, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas – corten los lazos con la isla y reconozcan la República popular. A priori, lo único que puede cambiar este panorama es una salida china del área (que es muy dudosa) o un renovado interés de EE.UU. en actuar de forma más agresiva para influir en los amigos de Taiwán (que no hay indicadores evidentes de ello).

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